930 31. Orígenes de una fundadora 7.4.1DP cap. VI,IV,1
1. Orígenes de una fundadora
Teodelinda Dubouché nació en Orleáns, el 2 de mayo de 1809. Su padre ejercía el importante cargo de tesorero pagador de finanzas. La familia estaba marcada por la indiferencia reinante en aquella época, y la niña recibió un mínimo de educación religiosa, inspirada en el Jansenismo. El código moral de entonces, muy estricto en algunos aspectos, la protegió y limitó al mismo tiempo. Tuvo fe desde muy pequeñita. Ya de joven, esa fe creció sin que su entorno lograra destruirla. Le daban mucha libertad, y frecuentaba asiduamente los talleres de los pintores parisinos y los círculos literarios, siempre con una actitud profundamente seria. Llevando este género de vida, la gracia vino a buscarla. El Espíritu Santo la tocó directamente, y le dio un gran deseo de santidad. Al principio su formación un tanto jansenista la paralizó; pero luego encontró sacerdotes que la comprendieron y aconsejaron dejarse guiar por el Espíritu Santo. Entonces fue pasando, claramente, de una religión de temor a una religión del amor. Se dedicó apasionadamente a los enfermos, y comenzó a tener un gran amor a la Eucaristía. Contrariamente a la costumbre de su tiempo, comulgaba con frecuencia.
Poco a poco empezaron a invadirla las gracias místicas. La noche del 11 al 12 de febrero de 1847 tuvo una visión de Cristo coronado de espinas, que vertió sobre ella unas gotas de su sangre. El 12 de febrero, durante la Misa, se le representó la misma imagen, y también los días siguientes. Se lo comunicó discretamente a la priora del Carmelo de la calle Enfer, en París, que era su acompañante espiritual. Esta le dio a leer un librito sobre la reparación, escrito por una carmelita de Tours que gozaba de gran reputación: la Hermana San Pedro.1 En los ambientes fervorosos se sentía entonces un gran dolor ante el alejamiento de la sociedad respecto a la fe, y pensaban que las personas fieles tenían que ser mejores ante Dios para compensar, en cierto modo, con más amor lo que los impíos negaban al Señor. Para ello proponían entregarse a ciertas devociones, particularmente venerar la Santa Faz de Cristo, cubierta de ultrajes. En torno al Sr. Dupont, «el santo varón de Tours»2 esta ciudad se había convertido en un centro de adoración de esa Santa Faz. El Sr. Dupont estaba en relación con la Hermana San Pedro, que acabamos de mencionar. Después de esa lectura, que la conmovió, Teodelinda pintó el rostro doliente de Cristo, y se fue a Tours. La idea de la reparación penetró profundamente en su espíritu. Como a muchas personas piadosas de su tiempo, la Revolución de 1848 la preocupó profundamente. Entonces decidió fundar en París una asociación de oraciones y de reparación. Para ello se estableció en el Carmelo de la calle Enfer, primer Carmelo de Francia. Por entonces, dirigía espiritualmente a cierto número de jóvenes que respondían a lo que estaba proyectando.
En la noche del 29 al 30 de junio de 1848, en plena revolución, cuando estaba haciendo una noche de adoración para reparar los pecados que se cometían, Teodelinda tuvo una visión. Cristo se le apareció en la hostia, puso un canal de oro en su corazón, y colocó el extremo en el suyo. Le dijo: «Quiero adoraciones y reparaciones,… pero todas esas asociaciones no son suficiente, es preciso una consagración religiosa, es preciso almas siempre ante mí para recibir mi vida. Yo pondré en su corazón un canal de oro como acabo de hacerlo contigo. Pero la vida que Yo les comunique tienen que comunicarla a las almas mías que están en el mundo, y también les daré un canal para que comuniquen la vida que les haya dado».
La Priora del Carmelo, Madre Isabel de San Pablo, deseaba hacía tiempo establecer en su casa la adoración permanente, como Mons. La Bouillerie acababa de comenzar en París.3 Pero la regla del Carmelo no lo permitía. El proyecto de Teodelinda le pareció muy oportuno, y la animó. Acudieron varias jóvenes a ella. El 6 de agosto de 1848 nacía la asociación con ocho personas, bajo la forma de una orden tercera carmelita. En 1850 eran treinta y vivían una vida semirreligiosa. Teodelinda tomó el nombre de María Teresa del Corazón de Jesús.
1 Sobre la reparación y la idea que se tenía de ella en el siglo XIX: Dictionnaire de Spiritualité, t. 13, col. 369-413, especialmente 396-407, donde se puede ver la amplitud y complejidad del movimiento.
2 La mejor vida de M. Dupont sigue siendo la de P. Janvier, Vie de M. Dupont. 2 vol., Tours, 1876. Consultar también el trabajo considerable de la Positio.
3 Catholicisme, t. VI, col. 1536-1537.