Los años que transcurren entre la muerte del Padre Noailles y el reconocimiento de Roma en 1902/1903, son de capital importancia para la Sagrada Familia. Esta, animada por mujeres de gran valor, prosigue su desarrollo en Francia y en el mundo bajo el impulso del fundador. Es concretamente el comienzo de su epopeya misionera. Pero las diversas ramas no se extienden de la misma manera. Además, los Oblatos desempeñan ahora un papel fundamental en la administración central de la Asociación, y tuvieron que dar su opinión sobre los puntos más difíciles. Y éstos no faltan. El Derecho canónico, en efecto, evoluciona ahora resueltamente, instando a las comunidades a que se sitúen con mayor precisión respecto a Roma. Por su parte, el Derecho civil francés también evoluciona, en un sentido cada vez más hostil a las congregaciones. Lo cual hace aún más delicado el asunto, abordado con tanto cuidado por el P. Noailles, del estatuto de su Asociación. Ante planteamientos contradictorios, el Consejo General de María tuvo que tomar decisiones no del todo evidentes.

Vamos a fijarnos sucesivamente en las diversas partes del dossier. No perdamos de vista, a todo lo largo de este capítulo, la enorme dificultad en que se encontraron las y los que tenían que decidir. Partían de una posición ya compleja, expresamente querida por el Padre Noailles, para garantizar la existencia misma de su obra. La situación se va a hacer todavía más compleja. Con alguna perspectiva se ven mejor ciertas cosas; pero eso no da derecho a juzgar a las personas y a zanjar la cosa como si se hubiera estado allí en su lugar. Conviene repetírnoslo al comienzo de este capítulo.